domingo, 20 de marzo de 2011

El mecánico - Cuentos del metro

Héctor era un buén mecánico. Era muy dedicado y dejaba en muy buen estado los coches. Tenía una buena cantidad de clientes y su trabajo le daba para vivir bastante bien. Una larga temporada se llenaba de dinero las manos, consentía a su familia y a si mismo. El pueblo no era muy grande ni muy chico, pero era suficiente para que el trabajo que le ofrecía sus clientes le asegurara buena vida. ¿Qué fue lo que sucedió entonces? La pobreza lo fue rodeando.
Los clientes preferían comprar comida a arreglar pequeñas descomposturas a sus coches. Héctor ya no podía comprarle cosas a su familia, vendió hasta su coche, los juguetes de los niños, las joyas de su esposa, pidió prestado... los buenos días habían acabado. Llegaba de vez en cuando Oscar, quien le había dado el préstamo.

-Págame lo que me debes Héctor.
-Oscar, no tengo nada, aún no tengo trabajo, déjame conseguir con qué pagarte.
-Yo necesito lo mío Héctor, tu eras una persona de dinero. Quiero que me pagues.
-Solo que haya un poco de trabajo te pago todo Oscar, al primer cliente que caiga te doy lo que yo reciba
-¿Entonces quieres que te espere a que tengas trabajo para que me pagues?
-Por favor Oscar, no tengo nada.
-Imposible! Si no me pagas ahora te demandaré, haré que te embarguen todo lo que tengas hasta que se me haga justicia. Te echarán de tu casa, a ti y a tu familia, Hector!

Héctor no tenía para la comida de su familia, lo poco que rara vez llegaba a conseguir vendiendo fierro viejo era para la poca comida que podía darle a sus hijos. Su esposa le reprochaba

-Eres un esposo inútil, Hector, no puedes ni traer un poco de comida para tus hijos.
-Mujer, no encuentro trabajo, no hay ni un cliente, nadie tiene para pagar por hacer nada.
-Yo gano más arreglandole pantalones a los niños que tu haciendo... lo que sea que intentes hacer. Eres un hombre inútil! No regreses si no es para alimentar a tus hijos.

Vagó entre los basureros, hasta llenarse las manos de alimentos. Entonces se paralizó y lloró largo rato. "No puedo llevarle esto a mis hijos" se lamentaba. Mientras caminaba hacia la autopista que pasaba cerca se iba lamentando:

-¿Qué me pasó? ¿Que hice mal? ¿Acaso no debí haber arreglado bien los autos? así regresarían muy pronto para que los arregle y aún tendría trabajo. ¿Por que la gente ya no quiere reparar ni cosas pequeñas? Ya no les importa que sus autos quemen aceite o truenen sus velocidades mientras sigan andando. ¿Por que si aún me necesitan no me dan trabajo? ¿Por que si aún puedo trabajar para mis clientes no se me puede asegurar ni un taco para mis hijos?

El pobre hombre alcanzó la vía de alta velocidad y no paró.


(Adaptación de un cuento cuyo autor distribuye su obra a palabra y en persona a través de los vagones del Sistema de Transporte Colectivo - Metro, línea 1 azul)

No hay comentarios:

Publicar un comentario